martes, 20 de octubre de 2009

Que hable mi loro


El mal profesor hace malo al alumno. No existen malos empleados sino malos jefes. Puede parecer obvio, pero esto es así en todo orden de cosas, también con las mascotas y sus amos. Muchas veces, con afán de hacerse los graciosos, los amos enseñan a sus mascotas algunas rutinas que no son las adecuadas, y lo hacen aprovechándose de ese instinto natural que tienen nuestros amigos de satisfacer siempre al 'alfa'.

Por ejemplo, un loro puede aprender fácilmente 'malas' palabras, pero lo único que lograremos es que algunas personas tomen aversión a nuestro amigo, que no sabe distinguir qué es bueno o malo y lo repetirá feliz , pensando que su rutina es del agrado de todos, cosa que en la mayoría de los casos no es así.

Cualquier comportamiento que nosotros queramos inculcar a nuestro loro debemos hacerlo de manera responsable y teniendo en cuenta que nuestro amigo vivirá, si lo cuidamos como corresponde, una media de 70 u 80 años. Lo más probable es que en algún momento de nuestra vida debamos encargárselo a alguien que lo cuide cuando nosotros ya no podamos, y si no somos responsables con su educación le endosaremos un problema a otro, que si bien intentará entregarle los mejores cuidados, puede llegar a relegarlo en el cuarto más alejado de la casa para no tener problemas con los vecinos y amigos, lo que le significará una vejez solitaria y triste, que no se merece.

Nuestro amigo es y será siempre una mascota muy especial, el solo hecho de repetir nuestras palabras nos impulsa a dedicarle varias horas del día a su aprendizaje. Además, se transforma siempre en un compañero ideal, pues si logramos su confianza veremos que le gusta mucho posarse en nuestras manos y dejarse acariciar permanentemente. Pueden llegar a ser muy melosos y graciosos, y su buen carácter les hace merecedores de golosinas. Son unas aves muy inteligentes, siempre atentas a aprender cosas nuevas, y además son muy observadoras de nuestros movimientos, que relacionan con los sonidos. Si enseñas a tu amigo, cada vez que llegues a casa recibirás su saludo, y además cuando te vayas a dormir contestará de muy buena manera a tus deseos de buenas noches.

Interactuar con un loro es bastante fácil, siempre y cuando se sienta seguro de ti y le entregues suficiente confianza como para posarse en ti. Lo importante es no efectuar movimientos bruscos al principio, dejando que él actúe a su ritmo, sin presionarlo, con mucha paciencia. Y hay que tener en cuenta que el cambio de ambiente les provoca estrés y tardan bastante en acostumbrarse al nuevo entorno; de hecho, la mayoría de los problemas de comportamiento que pueden presentar se deben fundamentalmente al estrés.

Guillermo Elzo
La Opinión de Málaga

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